Este fin de semana me he lanzado de cabeza a algo totalmente nuevo para mí: un curso de escritura. Sí, yo, que siempre he escrito cosillas en privado, me he apuntado a esto sin pensarlo demasiado, y ahora estoy aquí contándote lo que ha sido meter un pie en este mundo desconocido (para mí).
No me gusta la expresión “salir de la zona de confort” —suena a cliché de autoayuda—, pero si soy honesta, es justo lo que he hecho. Y ha sido una explosión, una mezcla de miedo, nervios y unas ganas locas de explorar, de comerme el mundo, de conocerme un poco más.
El curso ha sido una locura, en el mejor sentido. Nos sentamos con una hoja en blanco y nos dieron ejercicios de creación literaria. Uno sobre escribir un texto a partir de una frase de un relato; otro sobre el enfado más grande de nuestra vida y el último sobre alguien a quien odiaras con todas tus ganas, pero que, al final, acabaras queriendo.
Fue como subirse a una montaña rusa. ¡Libertad absoluta! Pero una libertad que a su vez, da pánico. No sabía por dónde empezar, qué contar, cómo sonar auténtica sin caer en lo obvio. Me costó, pero poco a poco, las palabras comenzaron a fluir. No era perfecto, pero era mío. Aprendí que escribir de forma más cercana, más fluida, es confiar en el lector, dejar que complete los huecos con su imaginación.
Me obligó a jugar con el absurdo, a meterle un toque de surrealismo, a llevar la historia a lugares que nunca habría imaginado. Fue como si me dijeran: “Olvídate de todo lo que sabes y lánzate al caos”. Y lo hice. Fue difícil, pero también emocionante. Me sacudió, me hizo reír pero sobre todo, me hizo pensar: “Soy capaz”.
Hacer cosas por primera vez también es reflexionar en cómo enfrentamos el miedo al fracaso. Porque, seamos honestos, empezar algo nuevo implica aceptar que podrías equivocarte, que podrías no ser bueno de inmediato. En el curso, he visto mis textos al lado de los de otros y a veces siento que los míos no están a la altura. Pero luego recuerdo que no se trata de ser perfecto desde el principio, sino de aprender, de crecer. Y sobre todo, aprender a no compararse. Todos y todas somos buenos en nuestro registro.
Hacer algo por primera vez siempre tiene ese punto de vértigo y esa magia extraña. Escribir en este curso me está enseñando que poner palabras en un papel no es solo contar historias, es desnudarte un poco. Estoy intentando encontrar mi voz, esa mezcla de poesía y narrativa que siento que tengo dentro, pero que aún no sé cómo sacar. A veces me siento como una niña aprendiendo a montar en bici, tambaleándome, cayéndome, pero con una sonrisa porque sé que cada intento me acerca más a pillarle el truco.
No sé a dónde me llevará este curso, pero estoy disfrutando con el proceso, con esa sensación de estar explorando un territorio nuevo. Hacer cosas por primera vez es como recordarte que el mundo es enorme y que siempre hay algo nuevo esperándote.
Dime, ¿cuál ha sido la última cosa que hiciste por primera vez?
Estoy deseando saberlo.
¡Nos leemos el lunes que viene!
Que lindo todo lo que contás!🫶🏻
me sentí muy acompañada leyéndote, como si pusieras en palabras muchas de las cosas que también estoy viviendo al empezar a escribir.
Ese vértigo, la duda pero también la emoción de animarse, me inspiró mucho!💌